Son las mentes más brillantes, los que más han estudiado. Los doctorados están llamados a promover el desarrollo en Chile. Desde 2008 se han invertido muchos recursos para formarlos y se espera que para el 2020 haya 16 mil listos para incorporarse. La pregunta es dónde. No está claro si Chile tiene capacidad para absorberlos, y la consecuencia es que hay algunos que dudan si volver al país que financió sus estudios.
Era 2008 y Chile recién había ingresado a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un selecto grupo integrado por los países más desarrollados del mundo. La comparación de los indicadores nacionales con los de los nuevos compañeros en muchas áreas era desoladora. El bajo grado de escolaridad promedio se convirtió en una de las principales preocupaciones del Estado: Chile estaba atrasado y necesitaba de muchos magísteres, doctorados y posdoctorados que lideraran el progreso en todas las áreas. Así fue como nació Becas Chile, programa administrado por la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt), que vino a reemplazar las becas Presidente de la República y, entre otras cosas, amplió, con muy buenos resultados, la oferta para los profesionales que querían perfeccionarse en las mejores universidades en el extranjero.
En el período entre 2008 y 2012 se asignaron más de cinco mil becas de magíster y doctorado afuera, tres mil más de las que se habían entregado en los cinco años previos. A diferencia de los primeros, que generalmente duran entre dos o tres semestres, un programa de doctorado se extiende al menos cuatro años, por lo que los que se fueron a cursar estos programas han comenzado a reaparecer en la escena chilena recientemente, lo que está poniendo en evidencia un problema que ya se sospechaba: que en Chile hoy no todos tienen espacio para desarrollar su potencial.
Eso no significa que estén sobrando los doctorados; todavía estamos muy lejos de los indicadores OCDE, pero sí hoy hay más que se están preparando. El debate está tomando fuerza justamente porque están volviendo.
Según Cristian Undurraga, miembro de la Asociación Nacional de Investigadores en Postgrado, “Becas Chile tiene un buen fin, que es aumentar el número de investigadores especializados en el extranjero”. El problema es que “esta no fue una política pública pensada a mediano o largo plazo, que contemplara el retorno de estos becarios”. Pero tienen que volver, sí o sí.
A cambio de financiar programas de magíster, doctorado, posdoctorado y otro tipo de especializaciones e impedir lo que se conoce como “fuga de cerebros”, Becas Chile exige que los becarios regresen a más tardar un año después de concluidos sus estudios y se queden en Chile el doble del tiempo que pasaron fuera. Natural, si se considera que un magíster en una universidad bien rankeada en Estados Unidos puede costar 60 mil dólares sin contar gastos de vida que la beca también considera. En el caso del doctorado, este valor excede fácilmente los 100 mil dólares.
El problema es que para estos últimos profesionales que llegan con su flamante título, volver se convierte en un problema. Es lo que le pasa a Felipe (no es su verdadero nombre), quien tiene un PhD en ciencias y luego, con el apoyo de la beca, se fue a hacer un posdoctorado. Hoy quiere reinsertarse en la academia, es decir, hacer investigación y docencia en una universidad, pero hasta ahora, su horizonte se ve negro. A pesar de que cada vez que viene a Chile da seminarios y charlas para mostrar lo que hace en Estados Unidos, no tiene ninguna oferta. Afuera, en cambio, tiene posibilidades de quedarse investigando, pero no sólo quiere, sino que tiene que volver en 2015, porque ya está por cumplir el año de gracia. “Me frustra, porque uno hace investigación científica y siente que puede contribuir al crecimiento del país, pero te encuentras con una muralla, con que no hay una política de largo plazo que te permita contribuir. Me siento entre la espada y la pared, porque no puedo volver a nada. Ese es el punto: para qué he estado estudiando tantos años. Esto se ha convertido en un tema. Conozco a varias personas que están en mi situación. Cada vez que uno puede, pregunta cómo está la cosa en Chile y si alguien ha encontrado algo”.
MUEVAN LAS INDUSTRIAS
Para Undurraga, la reinserción de los doctorados es parte de un problema más general: que “la mayor parte de la investigación en Chile, desde ciencias sociales a ciencias básicas, se hace en las universidades”. Distinto a lo que ocurre en países europeos o en Estados Unidos, donde hay centros de investigación estatales y la industria tecnológica, farmacéutica y de biotecnología se pelea por contar con doctores que investiguen.
También lo explica Carmen Luz Latorre, directora del Programa de Atracción e Inserción de Capital Humano Avanzado (PAI) de Conicyt, que desde 2009 se preocupa, precisamente, de intentar recolocar a los profesionales que vienen de vuelta. “La inserción en la industria es un gran vacío que tiene este país. En la mayor parte de los países desarrollados la gente sale del doctorado y la mitad se va para la academia y la otra mitad a las empresas, donde tienen financiamiento, laboratorios y todo lo que necesitan”.
A través del PAI, Conicyt logra reinsertar anualmente a unos 40 o 50 profesionales en la academia y hasta 25 en la industria. Pero es poco, comparado con los cientos que están saliendo a estudiar cada año. A juicio de Latorre, falta más conocimiento y entendimiento mutuo: “En general, los empresarios piensan: ‘¿Para qué voy a traer a un doctor, que se va a poner a hacer pura investigación de lo más compleja, si yo necesito soluciones hoy?’ El investigador, a su vez, dice: ‘Si me meto a una empresa no voy a poder publicar y voy a tener que estar solucionando problemas cotidianos’. O sea, cada uno tiene prejuicios hacia el otro”.
Para Mario Rosemblatt, director ejecutivo de la Fundación Ciencia & Vida, una de las pocas entidades privadas que realiza investigación en biotecnología en Chile, el problema va por otro lado. “Evidentemente”, dice, “la industria nacional emplea poco profesional de alto nivel, con doctorado o posdoctorado”. Pero a su juicio, esto no ocurre por desidia, sino porque no existen empresas que necesiten de estos profesionales. “La industria chilena es exportadora de frutas, de vinos, de materias primas. No tenemos una industria farmacéutica, por ejemplo, como la que existe en Estados Unidos o Europa, que absorbe una cantidad importante de profesionales. No existe un Google que pueda contratar gente. ¿Por qué la industria salmonera va a estar financiando un centro de investigación de este nivel? Es cierto que hay grupos que estamos desarrollando vacunas para los salmones, por ejemplo, pero para la industria salmonera eso no es relevante. No van a financiar ellos un instituto”. Por eso, insiste en que el Estado debe hacer más esfuerzos para crear centros de investigación.
Pero como en Ciencia & Vida saben que hoy el problema de los doctorados que vuelven existe, y para tratar de mejorar su panorama, al menos en el área de la biología en la que ellos trabajan están creando una suerte de “plataforma de aterrizaje”. Un laboratorio abierto que reciba a algunos PhD y posdoctorados que todavía no tienen un trabajo estable, para que realmente aterricen ahí sus primeros meses, puedan continuar con sus investigaciones y tengan tiempo para construir las redes necesarias para poder insertarse en las universidades, que siguen siendo la posibilidad laboral más concreta. Sin embargo, aun así, Rosemblatt cree que es un paliativo: “La cantidad de gente que está saliendo es estratosférica. Si uno está pensando en un programa de esta naturaleza, tiene que pensar también en qué va a pasar con ellos cuando regresen. Y esa parte del sistema no se diseñó. Además, existe esta cláusula que dice que si no vuelven a Chile tienen que devolver la plata, lo que es más descabellado, porque no tenemos un sistema para acogerlos”.
¿VOLVER O DEVOLVER?
El contrato que los estudiantes firman con Becas Chile indica que si no regresan, deben devolver la plata. Mariela (no es su verdadero nombre) está considerando esa opción. Sobre todo en el área de las ciencias exactas, muchas veces el doctorado no es suficiente para convertirse en un investigador reconocido y competitivo para las universidades. Para eso hay que hacer además un posdoctorado, que es justamente lo que ella está siguiendo actualmente. Se fue a fines del 2009 con una beca por dos años a un prestigioso instituto de investigación médica en Estados Unidos. El problema es que esa misma beca que la ayudó a partir, ahora puede estar coartando la carrera. “He buscado trabajo en la academia y la industria y te piden cuatro o cinco años de experiencia en posdoctorado. Yo termino el mío en agosto de 2015. Como mi beca dura dos años, tenía que volver el pasado. No lo hice, porque no tiene sentido dejar mi perfeccionamiento a medias. Toda mi generación quiere volver a Chile, pero no hay por dónde”.
Mariela confiesa que nunca nadie la ha contactado desde Becas Chile para exigirle que vuelva, pero le da angustia no estar cumpliendo. Además, hay un costo. “Me he enterado de personas que ya están empezando a pagar sus becas de posdoctorado, que deben ser de unos 30 mil dólares. Yo me acerqué en 2012 a contarles de mi situación, pero me dijeron ‘si tú vuelves y manejas un taxi, a nosotros no nos importa’. Es una estupidez. Gastaron plata en mí, me estoy perfeccionando para poder transferir ese conocimiento a los estudiantes en Chile. Acá te das cuenta de que hay muchas otras formas de retribuir, más allá del retorno inmediato. Yo misma me he traído a estudiantes a hacer pasantías de tres, cuatro meses, que pueden aprovechar tecnología que en Chile no existe”.
Lo cierto es que hay un debate en torno a la exigencia de volver. Hay quienes plantean que hay que al menos flexibilizar los plazos, sobre todo cuando a los investigadores les aparecen oportunidades interesantes afuera, o que para retribuir la beca no necesariamente se requiere estar en territorio chileno, menos en un mundo globalizado. “Creo que no es sensato que toda la gente que se fue a estudiar tenga que volver. Es bueno tener investigadores chilenos en el extranjero, porque forman nuestras redes, redes a las que podemos sacarles mucho más provecho que a esta gente que está en Chile frustrada porque no puede llevar a cabo su investigación al nivel en que podría hacerlo en otros países”, dice Mario Rosemblatt. De hecho, parte del trabajo que él y sus socios Pablo Valenzuela y Bernardita Méndez desarrollan en la Fundación Ciencia & Vida, en alianza con la University of California in San Francisco (UCSF), tiene que ver justamente con los contactos y redes que ellos establecieron porque se quedaron muchos años investigando fuera del país.
Muchos becarios están planteando lo mismo. Según un estudio realizado por el chileno y candidato a doctor de la University College of London, Vicente Sandoval, basado en datos recogidos por Becas Chile, el 69,7% de los encuestados cree que no debería ser obligatorio volver a Chile “sí o sí”. Pero no significa, para ser justos, que no les preocupe retribuir la inversión que se hizo en ellos, sino que están planteando otras formas de devolverlo. De los que dicen que el retorno no debe ser obligatorio, el 84,3% opina que no debería exigirse que los doctorados vuelvan cuando “su trabajo permite a investigadores en Chile acceder a infraestructuras o tecnologías que no existen en el país”, y el 75,6% manifiesta que el becario debería demostrar que su trabajo tiene el potencial para crear o fortalecer vínculos con empresas e instituciones chilenas.
Nexos Chile-USA es una agrupación de científicos chilenos en Estados Unidos que busca participar en el debate sobre las políticas públicas en ciencias. Su directora ejecutiva, Alexia Núñez, explica que les preocupa el tema de la reinserción y que por eso desde hace cuatro años organizan charlas con científicos. “Los traemos para que nos expongan sobre cómo lo hicieron ellos, cuáles fueron las dificultades, para que a través de sus historias personales nos puedan dar alternativas para planificar la vuelta a Chile”. Núñez confiesa que aunque les parece obligatoria la retribución al Estado, en la institución les gustaría un poco más de flexibilidad a la hora del retorno, sobre todo cuando los estudiantes pueden demostrar que están haciendo algo relevante para Chile y que mantienen lazos de colaboración.
Pero a la opinión pública puede resultarle difícil entender que después de años de estudios en el extranjero, pagados por el Estado, esos mismos estudiantes encuentren razones para no volver. Para Carmen Luz Latorre, de Conicyt, por ejemplo, no basta con que mantengan vínculos de colaboración: “Yo creo que necesitamos más que lazos”. Los estudiantes, a su juicio, deben volver. Sin embargo, reconoce que no es una discusión cerrada. “Hay áreas muy especializadas en que el país difícilmente le va a permitir al estudiante desarrollar su campo de investigación, así que puede ser que haya excepciones que impliquen no regresar inmediatamente. Esas cosas se pueden ir revisando. Pero no creo que el camino sea decir: ‘ya, no importa, búscate tu camino, sé feliz donde quiera que estés’”. El debate sobre cuál es el mejor mecanismo para sacarles partido a los esfuerzos y la inversión que se ha hecho en capacitar gente de alto nivel recién aparece, pero dado que son algunas de las mentes más brillantes, habría que esperar soluciones que estén a la altura el desafío.
Fuente: http://www.latercera.com