14 de abril de 2014

Ácido Láctico durante el ejercicio: un constructo a dejar de lado

Por Prof. Mauricio Varela.
Si bien la falsa creencia de la formación del “ácido láctico” y su efecto en la disminución del rendimiento físico es de gran conocimiento para muchos especialistas de las ciencias del ejercicio, no menos cierto es que aun hoy en día sea habitual examinar cientos y cientos de publicaciones acerca de este metabolito y sus implicancias en el disminución del rendimiento. En el campo del entrenamiento deportivo una de las afirmaciones que más comúnmente se escucha formular por parte de entrenadores y deportistas, y que incluso es frecuente oír de médicos o leer en manuales de fisiología del ejercicio o de bioquímica, es que el ejercicio intenso produce una acumulación de ácido láctico, y peor aún, se acusa a este metabolito de generar acides (acidosis láctica), fatiga, calambres, dolor muscular, deuda de oxígeno, de inhibir la contracción muscular y de disminuir el rendimiento físico. 
Sin embargo, la literatura científica visiblemente no apoya estas aseveraciones desde hace varios años. Ya desde finales de la década del 60 diversos autores (Busa y col. 1984; Davis y col. 1980; Fitts y col. 1976; Gevers 1977) cuestionaron el rol del ácido láctico en la producción de acides y muchos de los males que le fueron designados dentro del organismo. Más próximo en tiempo, a partir de numerosas investigaciones, entre las que se destacan los conocidos estudios de Robert Robergs y Col. (“Acidosis Metabólica Inducida por el Ejercicio: ¿de dóndevienen los protones?” y “Bioquímica de la Acidosis metabólica Inducida por el Ejercicio”), se esta al tanto de que hay una imposibilidad fisiologica de formar ácido láctico dentro del cuerpo. Lo que si se forma es Lactato que por supuesto No es lo mismo! (Figura 1), este producto, a diferencia del ácido láctico, no es un ácido como muchos indican, sino, por el contrario, es una Base y como tal cumple funciones diferentes a las de un ácido. Así, mientras que un ácido dona protones al medio produciendo acides, la base los consume, y así en vez de generar acides, por el contrario, la retarda (Robergs y Col, 2003)
Como afirmábamos unos párrafos anteriores al ácido láctico se lo culpo de generar acides y producir la inhibición de la contracción muscular. Sin embargo, es importante destacar que no es verdad que sea el descenso del pH (acides) el que genera la inhibición de la contracción muscular. Hay sobrada evidencia donde han sido sometidos sujetos a trabajos fuertemente glucolíticos “anaeróbicos” y luego de una pausa incompleta se ha generado una contracción muscular utilizando el mismo músculo supuestamente afectado. Esto se concretó por dos vías, la volitiva y también, y mucho más efectiva (analizada por electromiografía) con electrodos de superficie. Ello pone en evidencia que habrá otros mecanismos inhibitorios que no son necesariamente la caída del pH. Es sumamente importante conocer esta diferencia pues de su desconocimiento surgen propuestas de ejercitaciones que no poseen fundamentación científica alguna. Por ejemplo, actualmente muchos deportistas de resistencia continúan pensando que si no realizan una vuelta a la calma, el “ácido láctico” quedará atrapado en sus músculos en forma de cristales (o “gotitas”), y les causará daño y dolor muscular. Es común también la atribución al “ácido láctico” del dolor muscular de aparición tardía (DOMS o delayed onset of muscle soreness) . Por supuesto, todo esto es Falso! no se forma ningún cristal, ni “gotitas” de ácido láctico.
Figura 1
Ahora bien, a pesar de no ser el motivo de esta publicación pero por su implicancia práctica, sería oportuno aclarar que el trabajo de tipo “regenerativo”, quizás sea importante por muchas otras razones que exceden la creencia que lo que se logra con ello es la remoción del “ácido láctico”. En este sentido en una reciente publicación el Prof. Roig Jorge; explica que este tipo de estrategia puede ser responsable directa de eliminar el excedente térmico local y con ello garantizar una más rápida vuelta a la homeostasis necesaria porque el stress térmico es altamente catabólico, lo que implica reconocer que durante el post esfuerzo en condiciones de hipertermia continuarían procesos exactamente opuestos a los que debieran existir, esto es los anabólicos. También se están eliminando por la vía circulatoria productos innecesarios y hasta tóxicos del sitio; además se está protegiendo la carga glucogénica muscular restante porque como la bioquímica sigue actuando para poner cada cosa en su sitio, eso reclama energía, y ello bien puede ser concretada por la utilización de ácidos grasos que se puedan aportar con estímulos de baja intensidad, como lo son los esfuerzos denominados regenerativos. Esto es, se ahorra glucógeno porque se estimula la vía lipolítica. E incluso hasta se protege al músculo, si el esfuerzo fue decididamente extenuante, de que el mismo recurra a la utilización de ciertos aminoácidos fundamentales que él también posee (valina, isoleucina, leucina, glutamina, etc.), los que bajo ciertas condiciones pueden servir como sustrato energético. 

Para finalizar y a modo de conclusión, recientemente el destacado científico sudafricano Tim Noakes, al frente de un grupo de investigación de la Universidad de Cape Town en Sudáfrica ha planteado que: “El término ácido láctico es inapropiado, ya que lo que existe en el organismo es lactato, y el mismo no es un factor causante de la fatiga”. En palabras textuales del Prof. Noakes: “Actualmente sabemos que el lactato es inocente de todo lo que se lo acusaba (fatiga, calambres, dolor muscular, deuda de oxígeno, etc.), y sin embargo es uno de los combustibles energéticos más importantes en el cuerpo. Defenestremos de una vez y para siempre la mala publicidad que ha tenido durante tanto tiempo el ácido láctico y elevémoslo al lugar que le corresponde como uno de los combustibles más importantes del cuerpo”.

Bibliografía sugerida: